Conversación anónima fugaz
Nunca hablo con extraños. No soy precisamente de los que va buscando charla con el que se sienta al lado en el autobus. Me cuesta horrores entrablar conversación con desconocidos. Cuando era joven, ir a una discoteca "a ligar" o hablar con mis compañeras de universidad era simplemente una utopía. Dar el paso siempre fue complicado para un servidor.
Pero hoy, en el metro, ha sido la excepción. He tenido una conversación anónima fugaz. Una señorita maleta en ristre me preguntó por la estación de Chamartin. Y yo le respondí asépticamente que no podía ir en metro porque estaba en obras. Pero ella no se contentó con eso y me preguntó la mejor forma de llegar. Segunda contestación por mi parte, un poco más extensa y dando pié a continuar la charla.
Ella continuó hablando y yo contestando durante el trayecto que coincidimos, que fueron más de 25 minutos. Resulta que es abogada y que nació en el mismo lugar que yo. Estaba de paso en Madrid arreglando unos papeles. Al final la charla derivó hasta otros derroteros hasta que llegó el momento de la despedida. Nos deseamos suerte mutua. Nunca sabré su nombre. Nunca más la volveré a ver, pero queda el recuerdo de un trayecto ameno que de común suele ser tedioso y sin sentido.
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