La estrategia del fracaso
He leido hace un rato el artículo de Rosa Montero hoy en la revista del domingo de El País. La cosa va sobre la tentación de rendirse y hacer del fracaso un modus vivendi, de parapetarse en una vida oscura y gris porque la aversión al riesgo, al reto, al dolor y a la lucha diaria es una excusa bastante cómoda que usa cada vez más gente y que, supuestamente, sirve para que estas problemáticas ya no puedan herirte.
Pone bastantes ejemplos. Natascha Kampusch y su incipiente obesidad, aquellos feos y gordos que no se quieren enamorar ni se ponen en el mercado para no sufrir constantes rechazos, el miedo que mucha gente tiene a la felicidad y las limitaciones que se autoimponen para no llegar al éxito, para no atreverse a afrontar los retos.
Rosa concluye que caer en la tentación y rendirse ante estos avatares de la vida es una estupidez. Que vivir es sufrir y el único fracaso irremediable es no vivir, porque el miedo al dolor es siempre peor que el dolor mismo.
Lo que dice la Sra. Montero es lo que hay que decir, lo lógico, lo correcto, lo que el manual de psicología (por no decir el libro de autoayuda al uso) dicta: Lucha, no te rindas, mejora, arriesga, acéptate, enamórate y sufre, vive dignamente con tus taras, no seas un loser mileurista de tres al cuarto.
Vale, no digo que lo que aquí se comenta no sea verdad, pero el fracaso como opción, las autolimitaciones y la aversión al riesgo son síntomas muy fáciles de diagnosticar pero muy difíciles de solucionar. La psicología se inventó para eso y las consultas siguen llenas.
Será que no es tan sencillo ser felices vía sacrificio vital. Nunca he creido del todo en el "si quieres puedes". Es demasiado simplista y, evidentemente, falso en un montón de situaciones. No podemos generalizar. Cada desencantado es un mundo y requiere una perspectiva diferente, concreta y en función de su circunstancia. El problema no es "el qué", el problema es "el como".
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