24 febrero 2008

Las verdades del IKEA

Efectivamente, como decíamos en el último post, ayer fuimos al IKEA, ese emporium "made in Sweden" del consumismo lego-muebleril y de complementos para el hogar. No hace falta que comente mucho más sobre este establecimiento, tod@s lo conocéis de sobra, pero si quiero comentar unas cuantas verdades axiomáticas e inescrutables que ayer comprobé una vez más:


Foto: Pisito en Madrid


1. Momentos compulsivos: Ese oscuro proceso compulsivo que te hace comprar esto, esto o esto otro de manera totalmente inesperada y gilipollas, es uno de los grandes misterios de la marca. Ni que decir tiene que es donde realmente estos tipos ganan pasta.

2. La paradoja del almacén de complementos: Es curioso que para no pasar apuros en el almacén de complementos (en las bolsas amarillas cabe lo que cabe y el punto anterior lo confirma) sea casi imprescindible coger un carro, pero a la vez sea materialmente imposible moverse con el carro dentro del almacén, debido a las tropecientas mil personas que van con carros y lo estrecho de los pasillos.

3. La subjetividad de la constante masa: La masa de los productos tiene mucha importancia, y va variando dependiendo del momento en que interactuas con ellos. Un ejemplo práctico. Ayer compramos una cómoda MALM (42,9 kilos), una librería BILLY (68,2 kilos) y un armario para el baño Vattern (42,2 kilos). Cuando ves esos productos en la web ni piensas en que tienen un peso, simplemente decides adquirirlos sin más. Cuando los ves en la exposición, sabes perfectamente que eso hay que moverlo pero tampoco piensas que pese tanto. Cuando estás en el Autoservicio, ves las cajas y las subes en el carro de muebles te das cuenta de la realidad. Pero cuando realmente te cagas en el padre de todos los suecos, es cuando hay que subir esas cajas a la camioneta y posteriormente a tu casa, que está en un noveno. La masa es constante, pero subjetiva.

4. Teoría de colas: Aparte de las obvias (la cola de al lado siempre va más deprisa que la tuya, si te pasas a otra cola, la cola que dejaste va más rápido que la nueva en la que estás, etc), hay un tipo de teoría que ayer comprobamos en nuestras propias carnes: La cola para preguntar en información y que te den el papelito de Autoservicio es un puñetero desastre. Llegas a hablar con el dependiente y hay cola. Bueno, vale, acepto. Pero es una cola desordenada y caótica, con gente pasando, la gente entra y sale de la cola sin control, dejan en la cola a la abuela y cuando vuelven la abuela no está pero ellos reclaman su lugar, el dependiente no se entera y te manda a que veas si la puerta Sblidjam es de 40cm o de 70cm, y cuando vuelves hay que hacer otra cola, etc etc etc. Infierno.

5. El factor niño: Esto más que una teoría es una interrogación retórica. Como hay gente que lleva a niños pequeños al IKEA. No lo puedo entender. Si ya de por sí ir al IKEA estresa, ir al IKEA con niños es simplemente de locos. Una observación de apenas 5 minutos cuando estás hasta los huevos de estar allí y te sientas a descansar en un sillón lo corrobora en todos sus extremos.

6. Los atajos, esos grandes amigos: Evidentemente la selva IKEA tiene sus truquitos, y uno de ellos es el correcto uso de los atajos, esos grandes desconocidos. Te pueden salvar de muchos metros recorridos, con todo lo que eso supone cuando llevas tres horas dando vueltas como un gilipollas.

7. La relatividad del "no volveré más": Nunca hay que creerse del todo la frase "no vuelvo más al puto IKEA", cuando la dices tumbado en el sofá nada más llegar después de transportar más de 160 kilos. Unos meses después se te habrá olvidado lo cansado que llegaste ese día y la Sra. Bedel te convencerá para ir otra vez, porque, hay que reconocerlo, esto de ir al IKEA une mucho a las parejas :-).

En fin, podría seguir pero dejo más verdades pendientes para la próxima visita. Me voy a montar los jodidos muebles.

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