18 abril 2008

Injusticias y placebos

Es muy injusto, tremendamente injusto, que después de una semana de curro a destajo, donde me he dejado literalmente la piel para sacar todo adelante (no recuerdo haber trabajado más duro en años), donde me han endiñado marrones acojonantes y he vivido los deadlines (u objetivos -traducción especial para Armiño :-D) con mucha tensión, me vaya cabreado el viernes por la tarde a casa por un malentendido y una palabra que no tenía que haber dicho a alguien que no me la preguntó pero que estaba indagando porque una tercera persona no le dijo algo que debería haberle dicho. Un lío en el que no tengo ninguna culpa y en el que estoy en el medio, que me puede traer alguna consecuencia desagradable, porque los jefes solo entienden lo que quieren entender.

Por eso, he salido abatido del curro. Lo que debería ser una alegría total, viernes por la tarde con el deber cumplido y todo el finde por delante, se ha tornado en unos momentos agrios y una asfixia monumental.


Pero a grandes males, grandes remedios. En vez de hundirme en la miseria y en el miedo (eso me tocará el lunes), he entrado compulsivamente en una librería nada más salir y me he comprado El juego del ángel. Sin solución de continuidad, sin dar tiempo al cerebro a que se ponga a elucubrar, me he sumergido de lleno en las aventuras de David Martín y el Cementerio de los libros olvidados. No se me ocurría un mejor placebo. Seguramente me leeré la novela entera este fin de semana, para no pensar demasiado ...

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