El momento decisivo
Alguien dijo, no me acuerdo quién (no es plan de adjudicármelo), que la vida es una retahíla de decisiones. Siempre estamos tomando decisiones, en eso consiste básicamente nuestra existencia. La mayoría son decisiones "de funcionamiento", que llamo yo, desde que ropa nos ponemos por la mañana hasta lo que cenamos por la noche. Pero también hay decisiones cruciales y otras más o menos trascendentes en función de tu etapa vital y tu estado de ánimo. Todo es decisión. De este último cluster hay una que, conforme vas cumpliendo años, más te cuesta tomar. La decisión de salir de marcha.
Y es que poneros en situación. Quedas para salir de fiesta el viernes, pero llegas muy cansado de currar, la semana ha sido dura y te pones en modo Lobotomy-On. Nada más llegar hay que sacar al perrón, que lleva horas sin ahuecar la vejiga. Cuando subes y ves la hora que es, te dan unas ganas tremendas de mandar un SMS y anular la kedada, pero haces fuerza de flaqueza y te pegas una ducha para ver si te vienes arriba. Y es en ese preciso momento, cuando sales de la ducha y aún no te has vestido, cuando hay que tomar la decisión: ¿Me dejo llevar por la tentación de tumbarme en el sófa o hago un esfuerzo y me visto para salir?. Esos 30 segundos de divagación separan una aburrida noche de televisión de una fiesta con tus amigos.
Tengo que decir que muchas veces me he dejado llevar por la pereza, pero ayer tomé la decisión de salir (si no salgo me matan, son las fiestas de mi pueblo) y me alegro porque me lo pasé muy bien. La pereza, en la mediana edad, es una poderosa enemiga.
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