Post manuscrito de publicación diferida
Miro el reloj de pared del establecimiento. 15:16. Todavía me quedan tres cuartos de hora. Estoy sentado en el fondo del local, en un sillón peligrosamente cómodo para la sobremesa. Me acabo de terminar el descafeinado de sobre con leche muy caliente. Normalmente es una manzanilla, pero un día es un día. No hay mucha gente, aunque empiezo a reconocer a los clientes habituales. Ellos seguramente también me van reconociendo.
El camarero cambia el CD y comienza a sonar jazz de fondo. El mismo CD que ayer y quizás que hace tres días. El ambiente, relajado y con cierto aire a café literario de posguerra, se mueve entre una cierta bohemia pijilla y algún turista despistado. Por supuesto no falta el piano. Me gusta, es un sitio tranquilo donde puedo leer, escribir e incluso dormitar. El precio de la consumición es caro, pero se paga también el local.
Tengo jornada partida, dos horas que se me hacen muy largas, así que no será la primera vez que escriba un post como el que estoy escribiendo hoy. Podría leer el periódico, uno de mis libros que tengo a medias o simplemente quedarme mirando al infinito controlando el sopor y pensando en mis cosas, pero la sensación de pérdida de tiempo es tan grande, que prefiero escribir. Cada vez me cuesta más hacerlo por la noche, llego bastante cansado. Algún día escanearé el post, aunque ya conoceis mi letra.
Va siendo la hora (15:48). El lunes más posts diferidos.
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