14 noviembre 2006

el miedo al ridículo

Esta tarde he tenido un pequeño accidente laboral. Bajaba yo las escaleras de mi trabajo para ir a comer cuando antes de llegar al rellano de salida a la calle me he tropezado en los tres últimos escalones y he caido a plomo. Ciento y pico kilos de humanidad con chaqueta y corbata de bruces en el santo suelo. En realidad no me he hecho gran cosa, tengo molestias en las dos rodillas, el cuadriceps pelín fastidiado y un dolorcillo sospechoso en el pie, nada que un poco de reflex no pueda arreglar, espero.

Pero es curioso como, en el momento inmediatamente posterior a la caída, lo que más te preocupa no es el daño que te hayas podido hacer, lo que realmente te desasosiega es si alguien te ha visto caer y el descojone posterior del personal. Debe ser que el miedo al ridículo segrega adrenalina a saco, porque según me caí, me levanté ipso facto, como un resorte. Por suerte para mí, como salía tarde, ya habían cerrado las puertas y no había nadie en el portal. Luego, cuando vuelves a tu sitio, es cuando comienzas a sentir dolor ...