Colgaos y urbe
En el barrio donde yo trabajo, centro de Madrid para más señas, los hay a patadas. Un día es una tipa que te pide dinero y si no se lo das te pone de cabrón para arriba. Otro día es un iluminado que te para en la calle y te hace la señal de la cruz mientras te dice que te va a curar de cataratas. Al día siguiente un exaltado que se pone a darle patadas a una marquesina porque sí. No muy lejos de allí te asalta un vendedor de pañuelos de papel que se pone muy nervioso cuando le dices que no estás interesado en su producto. Por no hablar de aquellos que intentan comunicarse contigo en el bar mientras estás comiendo para contarte batallitas variopintas, a cual más estrambótica.
A pesar que, a fuerza de verlos todos los días, debería estar curado de todo espanto, tengo que reconocer que me sigo poniendo nervioso cuando interactuan conmigo. No me acabo de acostumbrar. No sirvo para vivir en el centro de la capital.
Etiquetas: colgaos, desencantos, urbe
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