01 enero 2008

El primer susto del año

Faltaba una hora para las campanadas y la nochevieja se estaba desarrollando tranquila y predecible. Pantragruélica cena con mi familia, un estupendo programa especial de Gomaespuma en la 2 (toda una sorpresa agradable) y nuestro perrón Kaiser haciendo de las suyas por casa de mi progenitor.

Nos vamos a la calle Kaiser

Precisamente fue el perrón el que nos dio el primer susto del año. En uno de sus temerarios saltos a las sillas, intentando conseguir comida supongo, cayó mal al suelo. No oimos lamento alguno, ni siquiera nos dimos cuenta, pero cinco minutos más tarde, vimos que el perrón tenía el rabo entre las piernas y su pata delantera izquierda totalmente rígida, desplazada hacia el exterior y en el aire. No se quejaba, pero cojeaba ostensiblemente.

Después de cinco minutos de shock, donde nos planteamos incluso buscar en Internet algun veterinario de guardia (en Nochevieja???????), nos tranquilizó un poco el hecho de que el perrón no se quejara cuando mi padre (cocinero antes que fraile) examinara a fondo la pata dañada y llegara a la conclusión de que no tenía nada roto, y que posiblemente se hubiera luxado un dedo. Nada grave en ningún caso.

Aun así, la Sra. Bedel y un servidor estuvimos de bajón lo que restó de noche, porque es lo que tiene tener un perrón, que le coges tanto cariño y le quieres tanto que le pasa cualquier cosa y es como si te hubiera pasado a tí. Es una de las perniciosas consecuencias de tener una mascota, lo que se sufre cuando le pasa algo.

Esta mañana ha salido el sol y parece que la cosa va mucho mejor, el perrón tenía el rabo hacia arriba, todo un buen síntoma, y acaba de salir con la Sra. Bedel a su paseo matutino. Sigue cojeando, pero ya apoya la pezuña. Vaya sustito nos has dado Kaiserzón.

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