18 octubre 2008

El duro oficio de repartidor

Esta tarde hemos ido la Sra. Bedel y servidor a hacer la compra mensual al Carrefour. Como siempre hacemos en estos casos, tiramos de pedido a domicilio, es decir, hacemos la compra y nos la llevan a la puerta de casa. Muy cómodo y, si excedes un mínimo de compra, el envío te sale gratis.


El caso es que llegan por la tarde los repartidores del citado hipermercado, llaman al telefonillo y, con una vocecilla entre asustada y acojonada, nos dice uno de ellos: "Buenas tardes, ... oiga aquí tenemos su compra pero es que ..., que los ascensores no funcionan!". El susto y/o/u acojone es que vivimos en un noveno. Les decimos que si pueden hacer tiempo a ver si consiguen arreglarlo pero que nosotros no podemos hacer mucho más que avisar al administrador del inmueble. Nos dicen que tienen muchos pedidos y que no pueden esperar.

Sí, es lo que estáis pensando. Se subieron toda la compra (que no era poca, creedme) al noveno a pata. Oficio sacrificado el de repartidor. Y luego el gremio del oficinismo nos ofuscamos porque el aire acondicionado está un grado por encima de lo deseable. Así es la vida ...

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