08 septiembre 2009

Talibanes de ciudad

Están escondidos. A simple vista tú no los ves, porque vas a lo tuyo, pero conviven contigo, comparten tu espacio vital, respiran tu mismo aire. Un tranquilo paseo por la ciudad sin los cascos, una espera en la parada del autobús o un poco de observación, suficiente para que aflore alguno. No conocen de estrato social, de profesión, de credo, de equipo de fútbol o de opción política. Talibanes de ciudad, intolerantes, hay por doquier y en todos lados. A veces no los observas, te topas directamente con ellos. Y hoy me he topado con uno.

Llegaba tarde a una reunión y opté por pillar un pelas. La regla de oro: Cuando los necesitas no aparece ni uno en los madriles. Y así fue. Después de un buen rato esperando por fin llega uno libre. Me subo y comienza la carrera. No me gusta mucho hablar con los taxistas, y esta vez tampoco fue una excepción. Pero el talibán comenzó su monólogo y yo pensando para mis adentros (ya está, me tocó el exaltado).

El nota aprovechó la tertulia política que oía en la radio para su espectáculo particular. Comenzó con leves susurros (del tipo "que jeta tienen", "desgraciaos", "están jodiendo España") para ir subiendo la intensidad de su discurso y de sus lindezas ("Estos tíos no tienen vergüenza, se la están llevado, son unos ladrones") para acabar directamente con insultos y gritando ("son unos hijos de puta, y yo aquí pagando sus impuestos, antes vivíamos mejor, y aquí nadie hace nada en esta mierda de crisis, Me cago en sus muertos,...").

El talibán quería que entrara en su juego, pero yo no estaba por la labor. Frases del tipo "¿Y usted no tiene opinión sobre esta vergüenza?" ... Y yo, en vez mandarle parar en la primera esquina o pasar de él y simular una llamada de teléfono, seguía escuchándole, sin decir nada, pero escuchándole. Y el talibán cada vez más agresivo. No le gustaba que no le diera la razón. Y esa agresividad se trasladó a la conducción. Si no es porque llegaba tarde me hubiera bajado ipsofactamente, pero no quedaba mucho y decidí continuar. Prefería no llegar más tarde que montar un jari y esperar a otro.

Por fin llegamos a destino. El talibán seguía hecho un auténtico basilisco, pagué la carrera, pedí el ticket, no le dejé ni un puñetero céntimo de propina y le dije, ya fuera del taxi "¿sabe una cosa?, no hay que tomárselo a la tremenda, al final los políticos son todos iguales. Y sea mejor profesional, Tómese una tila". Y cerré la puerta. No lo oí muy bien, porque salí por patas (cobarde sirve para otra guerra), pero bajó la ventanilla del acompañante y creo que se cagó en mi familia entera mientras me alejaba y decía no se que del 11-M y de Felipe González.

PD: Que no se entienda el post como un ataque a los taxistas. Los hay muy agradables y estupendos profesionales, e incluso blogueros de postín, simplemente pasa que en todos los gremios cuecen habas ... Tampoco quiero asociar el talibanismo al extremismo liberal-conservador. También hay talibanes de puño cerrado. No tiene que ver nada con la política ni con otra cosa. Es una mera cuestión de educación. Los talibanes son muy mal educados.

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