Cómo un fardo
No es la primera vez que me pasa. Vas caminando por la calle y, de pronto, sin darte cuenta, estás en el puto suelo. Caes a plomo, a cámara lenta, como un fardo. La combinación tobillos de mantequilla, despiste, acera en mal estado y sobrepeso es letal para estas experiencias. Tras caerte, sueles levantarte lo más rápido que te dejan las magulladuras y haces cómo si no te hubiera pasado nada, te limpias un poco el pantalón y evalúas daños. Si puedes continuar andando, aunque te duela como un demonio, lo haces con mucha dignidad y sin mirar atrás, intentando cojear lo menos posible y aguantando el dolor. Si no puedes, mal asunto. Una vez en casa comienza la segunda parte, primeros auxilios, recuperación y culpabilidades varias.
Hoy ha tocado poder llegar a casa por mi propio pie. Un tobillo inflamado pero de pronostico leve, un buen porrazo en la rodilla y el desánimo propio del momento. Hielo y Radiosalil. Mañana, cualquiera sabe ...
PD: A parte de esto, que ya es en sí mismo suficiente desgracia, la jornada laboral me ha traído otros desencantos varios que no comentaremos. Poco dura la alegría en casa del pobre. Hay días que mejor no levantarse de la cama ...
Etiquetas: accidente, desencantos, dignidad, dolor, tobillo
2 Comments:
Cuando me pasaban estas cosas mi madre me decía: "sana sana, culito de rana. Si no sana hoy, sanará mañana" :-) ¡Mucho ánimo!
@Fatima, Gracias por los ánimos. Afortunadamente el tiempo lo suele arreglar casi todo y ya estoy mucho mejor :-)
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