Revolución Wikileaks

Cuando sales en la portada de la revista Time, ya se te puede considerar un icono. Y Julian Assange, como abanderado del movimiento Wikileaks, lo es ya de pleno derecho, icono de una nueva revolución, de consecuencias imprevisibles, que puede remover los cimientos de muchos poderes políticos, económicos y lobbys de todo tipo y condición. Poderes fácticos, en definitiva, que manejan el mundo tal y como lo conocemos.

Tras algunas filtraciones más o menos importantes, el llamado "Cablegate" está poniendo patas arriba a la diplomacia mundial. Y parece que esto no es el final, sino el comienzo de algo mucho más gordo, el intento de desactivar el funcionamiento del mismísimo sistema. Suena a conspiranoia, pero mucha gente de distintos ámbitos comienza a interesarse por este movimiento de esencia hackeriana y con toques ciberactivistas, como si Assange fuera el Neo del siglo XXI y luche contra Matrix y los Agentes Smith.

Como es lógico, muchos quieren acabar con el personaje. No están dispuestos a que el mundo se entere de los secretos y contubernios del establishment. Y a todo esto Assange está en paradero desconocido, en busca y captura acusado de varios delitos de todo tipo y condición y con una rumurología y leyenda a sus espaldas que lo convierte en toda una estrella mediatica. Pero su seguro de vida, curiosamente, son esos mismos secretos y la potencia de Internet como vehículo comunicacional. Como cuenta Escolar, los colaboradores de Wikileaks están difundiendo por las redes P2P un archivo informático de 1,39 gigabytes codificado con una complicada llave criptográfica, que está siendo ampliamente reproducido. Si algo le pasara a Assange, sus colaboradores comunicarían la clave para abrir lo que el archivo esconde. Nadie, de momento, sabe lo que contiene.

Si del nacimiento de Facebook han hecho una película, de esto pueden hacer una saga que ríete tú de James Bond. La realidad casi siempre supera a la ficción.