31 octubre 2004

Halloween y los disfraces

Esta noche es Halloween. Pos que bien oiga. Estas festividades anglosajonas no las tengo yo muy claras, pero bueno, si hay fiesta, bienvenida sea. Ya se sabe que en la piel de toro currar, lo justito, pero todo lo que sea cachondeo, fiestorro y diversión, se adopta sin demasiados problemas.

El caso es que en el curso de inglés me han mandado un writing about Halloween. Y claro, he tenido que fusilar salvajemente varias paginas de Internet sobre el tema. Y como ya estaban en la lengua de la pérfida Albion, pues miel sobre ojuelas. Y es que poco podía contar de mi cosecha sobre el particular. Mi experiencia sobre Helloween es más bien escasa. Un par de años bajé con mis amigos a algunos bares donde se ambientaba el tema y algun que otro friki se disfrazaba de mutante o de bruja. Pero poco más. Es como una especie de Carnaval especializado en esoterismo, brujería y los clichés típicos de las pelis de terror. Divertido, pero poco más.



Y hablando de disfraces. Yo casi nunca me he disfrazado, ni en Halloween ni en carnavales. Cuando era un lechón y tenía menos conocimiento alguna vez lo hice, llevado por vaya usted a saber que oscuras motivaciones. En concreto, me he disfrazado tres veces en mi vida:

1. De Caja. Iba con más amigos que no les gustaba tampoco disfrazarse a una fiesta de disfraces, y claro, el amable guardia de seguridad no nos dejaba pasar. Tras un pequeño brainstorming vimos que en el exterior de la fiesta habia unas grandes cajas cartón que parecian ser de electrodomésticos (lavadoras, neveras, etc) y ni cortos ni perezosos nos metimos dos o tres en cada caja y entramos al recinto. Cuando el fornido guarda de seguridad nos pregunto que a donde íbamos, le dijimos "vamos disfrazados de caja". Nos tuvo que dejar pasar. Lo más gracioso de este disfraz no era en si mismo el frikismo que emanaba de él, sino que, como las cajas estaban abiertas por arriba, los demás asistentes al carnaval nos tiraban de todo encestando de dos e incluso de tres. Era lo más parecido a estar en una papelera.

2. De hombre al reves. En la misma situación anterior, y como no había cajas, se decidió un disfraz rápido y efectivo, disfrazarse de hombre al reves. Es decir, nos pusimos toda la ropa al reves y a nuestro amigo el de la puerta tampoco pudo impedir el acceso a la sala. El problema aquí no era tanto la incomodidad manifiesta del disfraz sino el hecho de evacuar aguas menores en urinarios convencionales.

3. De mulatona brasileña tipo mama-chicho. El disfraz de mujer en los hombres es muy socorrido y suele funcionar bien, pero en nuestro caso era una especie de careta de magia negra del todo a cien y algunos ropajes robados directamente a nuestras progenitoras y/o/u hermanas (si las hubiere). Algún osado incorporó el necesario wonderbrá en la performance. El resultado fue un esperpento de tal magnitud que, si no fuera porque la careta preservaba nuestro anonimato, nos hubieran echado no de la fiesta, sino de la ciudad.

En fin, no me gusta mucho disfrazarme, que le vamos a hacer. Además, si se piensa bien, yo ya me disfrazo todos los días de mi mismo, y eso si que tiene mérito.