La bicha no avisa
Llegó sigilosa, como siempre llega, sin hacer ruido. Habían pasado meses desde su última visita y me ha vuelto a pillar de sorpresa, atacando cuando menos te lo esperas. Y yo, ufano de mí, tengo la mala costumbre de confiarme ante ella, de subestimar sus ataques, de olvidar los malos ratos que me hace pasar. Esta noche no he dormido por su culpa y no ha tenido siquiera la delicadeza de despedirse de mí cuando llevaba más de una hora en el trabajo.
Va a ser, está siendo ya de hecho, una jornada dura, no ya por el cansancio acumulado o por el trabajo pendiente, sino por el desasosiego y el desánimo que producen estas visitas de la bicha.
La gente normal no valora lo suficiente tener buena salud. Será porque siempre valoramos las cosas cuando nos faltan ...
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