Sueños

Otra vez mi gran amiga Lupe me sirve de inspiración para divagar sobre lo divino y lo humano, todo un clásico de esta bitácora bella y desencantada a la vez. Sus aportaciones en el blog de Queaprendemoshoy.com son fantásticas, están escritas desde el corazón pero con una prosa cuidada y certera. A mí me encantan. Y, en especial, la que hoy nos ocupa, los sueños. Gracias por dedicarme el post #nosoydigno :-)

"Sueño causado por el vuelo de una abeja alrededor de una granada un segundo antes de despertar". Salvador Dalí. 1944. Oleo sobre lienzo 51x41cm. Museo Thyssen-Bornemisza

Los sueños. No estamos hablando de sueños oníricos, freudianos, lúcidos, fisiológicos. Este post no va de eso. Va de la segunda, y sobre todo cuarta, acepción de la RAE. Soñar despierto, abstraerse de la realidad y visualizar el deseo, dejar que la mente se libere, dar rienda suelta a la fantasía, anhelar un objetivo. Soñar para ser mejores, para tener ilusiones. Soñar para amar, para sentir, para vivir, para disfrutar. Soñar para ser un poco más felices, para que la vida tenga sentido.

Yo he pasado muchos años sin soñar. Ni de una manera, ni de otra. Vivía aletargado, zombi, dejando el tiempo pasar. Me conformaba. Notaba que no estaba cómodo, que me faltaban cosas, pero no hacía nada por cambiarlo. Hace un tiempo conseguí soñar, pero igual de inesperadamente desperté. Y ahora quiero volver a soñar, no quiero mirar atrás. Y estoy en el camino de conseguirlo. No es un camino fácil, pero he empezado a andar. Cómo diría Lupe (de tí lo aprendí, no es cierto que fuera al revés :-D), en momentos de tribulaciones, dudas y desencantos, ahora más que nunca, hay que soñar. Soñar, primero dormido, y luego despierto.