28 noviembre 2007

El desencanto del músico ambulante

Venía yo en metro hoy de vuelta a casa cuando entra un músico ambulante en el vagón, violín en mano. Desgarbado, mediana edad, algo sucio y con mirada melancólica, saluda en un susurro y comienza a interpretar. De ese violín que parecía de no muy buena calidad comienzan a salir notas deliciosas, diría incluso virtuosas. Sorprende que músicos de esa calidad malvivan en el metro madrileño. El indigente se transforma en artista y el hombre lo vive, se ve que disfruta con la interpretación, pese a haber tocado posiblemente la misma pieza un millón de veces.


Tenía ya preparada la moneda para dársela (por principio, solo doy dinero a la persona que me ofrece su arte, ejemplo ) pero de repente entró de sopetón un vigilante de seguridad y sacó al músico del vagón sin darle tiempo a recoger la justa recompensa al trabajo realizado. No fue nada forzado ni violento. El vigilante se comportó correctamente y el músico obedeció sin rechistar.

Mientras el metro seguía su camino, pude notar el desencanto en la mirada del músico, una mezcla de resignación y tristeza infinita alejándose en el andén de Rios Rosas y el vigilante a su vera, camino de la salida. Dura vida ésta ...

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