Si hay algo que realmente echo de menos de mi niñez, adolescencia y época veinteañera es jugar al fútbol. En esa parte de mi vida el fútbol siempre fue un pilar, un referente fundamental. Mi padre, ex-futbolista profesional (jugó en segunda división en Argentina), entrenador amateur y futbolero redomado, cómo todo buen argentino que se precie, nos metió a mi hermano y a mí el gusanillo desde muy muy pequeños. Prácticamente nací con una pelota en los pies. Mi pobre madre siempre tuvo que lidiar con un ambiente futbolero en casa. La de lavadoras que tuvo que hacer y la de partidos que se tragaba en la tele (antes solo había una tele por casa).
Los primeros recuerdos que tengo de la práctica del noble arte de balón, más allá de jugar con mis amigos en el colegio y en la calle (sí, en los 80 los niños jugaban en la calle al fútbol, con cualquier cosa que fuera medio redonda, y no pasaba nada), fue cuando mi padre los domingos nos llevaba a la Casa de Campo a jugar con los hijos de amigos suyos. Primero jugabamos los niños y luego los mayores. Ese fue mi primer equipo "serio". Mi padre, siempre metido en todos los fregados futboleros, montó un equipo con todos los niños que estábamos por allí pululando y, cómo no podía ser de otra manera, en un viaje a Argentina que hicimos se trajo una equipación entera del Club Atletico Independiente. Y así se llamó mi primer equipo, Independiente Fútbol Club. En principio era un equipo de fútbol 11, aunque algunas veces también jugabamos al fútbol sala, que en aquella época estaba empezando su expansión.
Esta etapa futbolera de mi vida fue todo disfrute. Realmente toda la semana estaba esperando que llegara el domingo para jugar el partido. En esa equipación yo ya jugaba con el número 10. Por esa época Maradona ya era toda una estrella en alza, pero el 10 que yo llevaba era el de Bochini, mítico jugador del CAI, un clásico medio centro de los de antes, del que mi padre siempre fue muy fan. Y esa fue mi posición toda mi vida futbolera. Siempre jugué en el centro del campo, algunas veces a la izquierda pero casi siempre en el medio. Y a decir verdad, mucha gente además de mi padre (que por ser mi padre, y cómo todos los padres, nunca fue imparcial en su opinión de como jugaba) me decían que jugaba extraordinariamente bien. Y la verdad es que yo lo sentía así. Fueron vivencias muy bonitas, jugabas porque te divertía, porque te apasionaba, porque te lo pasabas bien. Había amistad, compañerismo, y todo lo bueno que tiene el fútbol. Luego ya no fue así del todo ...
PD: Dado lo que da de sí el tema y mi facilidad para enrollarme más que una persiana, he decidido postear por entregas. Próximamente el segundo capítulo, ¿Fútbol o fútbol sala?.
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